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Un Refugio entre Cañones y Tradiciones
En el corazón agreste de la Sierra de Albarracín, dentro del imponente Parque Natural del Alto Tajo, se alza Poveda de la Sierra, un pueblo de Guadalajara donde la naturaleza esculpió paisajes dramáticos y la historia dejó huellas de resistencia. Con apenas 100 habitantes, este rincón es un santuario para quienes buscan escapar del bullicio urbano y conectar con la España rural más auténtica.
Patrimonio Natural: Un teatro de piedra y agua
El verdadero tesoro de Poveda es su entorno. Aquí, el Río Gallo talla cañones vertiginosos como el Salto de Poveda, una cascada de 20 metros que despliega arcoíris al mediodía. Cerca, las Cascadas del Campillo ofrecen pozas cristalinas ideales para el baño estival. Para los aventureros, la Ruta de los Miradores del Tajo regala vistas panorámicas de los cortados rocosos, hogar de buitres leonados y cabras montesas.
No menos impresionante es el Embalse de la Tajera, cuyas aguas turquesas contrastan con los pinares circundantes. En otoño, los bosques de sabinas y quejigos se tiñen de ocres, creando un escenario perfecto para el birdwatching o el ciclismo de montaña.
Huellas de un pasado
En el emblemático Alto del Pórtico se alza la iglesia parroquial, cuya estructura actual data principalmente del siglo XVI, aunque experimentó remodelaciones significativas durante el siglo XX. De su primitiva edificación románica del siglo XII perduran dos joyas: la espadaña (campanario de pared) y una singular portada meridional, actualmente resguardada por un pórtico con columnas de madera que recuerdan las construcciones medievales. Esta entrada monumental, de arco de medio punto, presenta tres arquivoltas desprovistas de ornamentación –las dos exteriores apoyadas sobre columnas cuyos capiteles exhiben tallas de fauna y flora de inspiración románica–, testimonio silencioso de canteros anónimos.
La calle del Horno, llamada así por albergar el histórico horno comunal (rehabilitado en 2005), funciona como eje conectivo hacia la Plaza de Felipe Molina. Este horno de pan, otrora centro neurálgico de la vida vecinal, contrasta con el moderno parque-fuente del Corral del Concejo, espacio público que ocupa el solar del antiguo frontón.
En sus calles empedradas, casas de mampostería con dinteles labrados revelan siglos de vida agroganadera.
Un símbolo local es el Molino Harinero del siglo XVIII, restaurado como museo etnográfico, donde se explican técnicas tradicionales de molienda y la importancia del trigo en la economía serrana.
Fiestas: raíces que perduran
Cada verano, Poveda de la Sierra revive su épica relación con los ríos durante la Fiesta de los Gancheros, celebración que honra a los antiguos transportistas de troncos que, entre los siglos XVI y XX, guiaban maderadas por el caudaloso Río Gallo hasta los aserraderos del valle. Con trajes de época —chaquetas de paño, zamarras de cuero y almadreñas (zuecos)—, los vecinos recrean la peligrosa técnica de navegación: equilibrando troncos con ganchos (de ahí "gancheros"), sortean rápidos en una coreografía que mezcla fuerza y precisión. El acto central, la Descensada del Tajo, convierte el río en un escenario vivo, donde niños y adultos manejan pértigas al ritmo de jotas cantadas en lengua castellana antigua. Tras la hazaña, el pueblo comparte un banquete serrano con platos como caldereta de cabrito y migas con torreznos, mientras artesanos exhiben herramientas históricas —ganchos, hachas— en el Mercado de Oficios Perdidos. Más que una fiesta, es un ritual de identidad que entrelaza el rugido del agua, el crujir de la madera y el orgullo de una comunidad que se niega a olvidar su diálogo ancestral con la naturaleza.
Gastronomía: Sabores de tradición
La cocina de Poveda habla de frugalidad e ingenio:
- Morteruelo serrano: Paté caliente de hígado de cerdo, perdiz y especias, servido sobre rebanadas de pan rústico.
- Trucha del Tajo: Pesca del día asada con ajillo y perejil, acompañada de patatas meneás (revueltas con pimentón).
- Dulces de recuperación: Las rosquillas de aguardiente y los mantecados de miel recuerdan recetas conventuales rescatadas por las ancianas del pueblo.
¿Por qué visitar Poveda?
Este pueblo no es un destino, sino una experiencia sensorial:
- Escuchar el eco del Tajo en los cañones al amanecer.
- Caminar por senderos que usaron contrabandistas y maquis.
- Saborear una cocina que narra siglos de adaptación al medio.
En Poveda de la Sierra, cada piedra, cada plato y cada fiesta son testigos de una identidad que se niega a desaparecer. ¿Te atreves a descubrirla?
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